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viernes, 3 de junio de 2011

"El Pepsi-Cola" (11).

Con el primero de cada lote, un ni fu ni fa por castañeta. Rojas Quirós se llevó aplausos, pero no le habían salido gratis. En lo referente a "Manolín Caracol" y "el Pepsi-Cola", recibieron el silencio respestuoso de una plaza que sabe que los chavales están empezando.

-El cuarto, el cuarto es el bueno- le comentó "Manolín Caracol" a "el Pepsi-Cola".

No era ninguna novedad ni ningún secreto. "Caramelito" se llamaba el novillo, y -sobre el papel y a la vista- parecía hacer honor a su nombre. Le había tocado en suerte a Rojas Quirós, si es que uno todavía cree en la suerte y el azar en ciertas ocasiones, que el abuelito Rojas y el papá Rojas sabían un montón de toros, y algún que otro truquillo aprendido de un tahúr en una fonda provinciana.

Lorencito Rojas Quirós también lo sabia y se lanzó al albero con la temblorosa decisión del que tiene bien presente que se planta ante un momento muy importante para su futuro.

Si ya lo decía el abuelo, que sabía más de toros que el padre, que el nene todavia estaba un poco verde para Madrid, pero hijo y nieto se pusieron cabezones. Y contra eso no hay quien luche...

El caso es que, al segundo capotazo, el "Caramelito" se le atragantó al maestro y hubo que mandarlo certificado a la enfermería con un recuerdo en el muslo derecho. Nada que pusiera en peligro su vida, pero la tarde había acabado para él.

-Pues nada, "Manolín", ahí tienes un novillo de verdad, que no se vaya sin que lo toreen- le dijo "El Pepsi-Cola" a su compañero, quien, en realidad, no le había oído. En aquel momento, todo su universo era aquel bicharraco negro, ese regalo que le llegaba tan de improviso, tan providencial y tan a traición.

Los dos primeros capotazos pillaron al público frío, pero se tuvieron que rendir ante la bondad del tercero y el remate fue de cartel de toros. Luego vinieron un par de buenos puyazos y tres pares de banderillas bastante dignos.

Por fin solos, "Manolin Caracol " lo probó por la derecha, y le supo dulce. Por la izquierda, no tanto, aunque le puso arrancar una serie pasable, pero era por la derecha, sí, por la derecha. "¡No me lo gritéis más, coño, que ya me he dado cuenta yo! Uno, ¡venga!, dos, ¡vamos!, tres, ¡bien!, y el de pecho".

La plaza en plenario con el chaval, que hasta a "el Pepsi-Cola" se le escapó algún que otro "olé" entre dientes.

-¡Vamos a matarlo, Manolín"- resonó la voz de su apoderado, como una orden del mismísimo destino.

"Manolín Caracol" se plantó ante su amabilísimo enemigo blandiendo el estoque de verdad. Y los tendidos se quedaron mudos de deseo, de expectación, de miedo...Con ese silencio que sabe a susurro.

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