No, no va hoy la cosa de nadar, aunque puede que sí de guardar la ropa.
Va, en realidad, de ese gusto que tenemos todos por la "chapuza". Aunque, por otra parte, lo de chapuza no suena muy bien. Quizás sería mejor denominarlo: "solución absolutamente provisional y rudimentaria, contraria a toda estética aunque puede que no carente de cierto ingenio que nos permite salir -más o menos y de momento- del apuro".
Y el que no haya hecho una y mil chapuzas, que tire la primera piedra (o lo que tenga más a mano, ya que de chapuzas hablamos).
¿Quién no ha solucionado una tapa rota con cinta aislante? ¿Quién no ha puesto typex porque le daba pereza imprimir una copia nueva? ¿Quién no ha llevado el tubo de escape sujeto con una cuerda?
¡¿Quién no ha pronunciado en infinidad de ocasiones la legendaria frase: "bueno, de momento, puede valer"?!
Chapuzas inmortales, que saben sobrevivir y adaptarse a los nuevos tiempos. Desde la época dorada de las perchas como antenas de televisor portátil o los walkman y aquello tan esencialmente chapucero de rebobinar las cinta con un bolígrafo hasta el uso actual de todo tipo de rústicos trucos para poner disfrutar de vídeo-juegos piratas (por alguna extraña razón, los científicos japoneses no parecen ser capaces de encontrar un sistema de protección electrónica que no pueda ser derrotado por una horquilla del pelo clavada en el sitio oportuno).
De hecho, la chapuza hasta se ha industrializado, y por un más que módico precio podemos encontrar auténticos "artículos-chapuza", desde los bolígrafos que pintan dos líneas y luego no sueltan tinta si no es para mancharte la camisa hasta las radios que enmudecen a las pocas horas. "Total" -dice uno- "por un euro que me ha costado".
(Y aquí se cierra la entrada de hoy, bastante chapucerilla, he de admitir).
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