La costumbre, la educación y el decoro marcan que cuando a uno le invitan a jugar un partido homenaje, a uno le invitan a perder.
En efecto, el equipo visitante en ese tipo de encuentros-palmadita en la espalda acepta de buen grado su papel de segundón, y pierde sin oponer demasiada resistencia por los dos goles de rigor (2-0 o 3-1 suelen ser los marcadores, si es posible, con tanto del homenajeado).
Eso mismo debieron pensar los señores del Ajax cuando invitaron al Bayern de Munich al homenaje a Johan Cruyff el 7 de Noviembre de 1978. Montamos un partido atractivo entre los dos super-equipazos de la década, les ganamos, le damos la ovación y la placa a Johan y nos vamos todos contentos a casita.
Lástima que nadie fuera a recibir a los alemanes al aeropuerto, lástima que los metieran en un hotel de mala muerte, lástima que en los prolegómenos del partido el público se pusiera a insultarles a coro ante la absoluta pasividad de la organización...
Lástima de 0-8 que le encajó el Bayern al Ajax.
Por tanto, hacerle a alguien el "homenaje de Cruyff" es chafarle una fiesta o momento agradable (sea cual sea la razón de tan cruel comportamiento). Por ejemplo, ese primo lejano y patoso que se pone a contar anécdotas que no debería en tu boda, o ese camarero inútil que te tira toda la crema sobre tu precioso vestido nuevo.
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