Y así fueron pasando los días, las semanas y algún que otro mes. Pasando entre paseos, risas, algunos llanto y muchos gusanitos. Los demás niños se seguían metiendo con ellos, pero cada menos, y cada vez menos les importaba a los integrantes de la Banda.
-¿Sabéis? Una de las cosas más importantes en al vida es saber a quién escuchar y a quién no. Pero, ¡qué difícil distinguir! Porque las cosas que se nos dicen de corazón, por nuestro bien, a menudo son más dolorosas que los insultos.
-¡Pero lo de estos...!
-¡Estos son unos gilipollas, os lo digo yo! ¡Ni caso!
-Ja, ja, ja, ja...
-Pero al que siempre tenéis que escuchar es a ti mismo, pero con sinceridad, sin mentirte. Escuchad la voz que te resuenan en los oídos cuando te despiertas en mitad de la noche. Esa, nunca te engañará, porque es la voz de la conciencia, la voz del alma, la voz más pura y más sincera que tenemos dentro todos los seres humanos..
El Capitán siempre hacía la reflexión precisa, el chiste oportuno, el comentario perfecto. parecía tener respuestas para todo, parecía el hombre más sabio del mundo.
Y, por lo muy sabio que era, sabía perfectamente que aquellos niños algún día aprenderían a volar, que dejarían de necesitarle y le abandonarían por otros cielos más limpios, frescos y azules.
Sería de un modo natural, del mismo modo que siempre se cumplen todas las leyes de la Naturaleza.
Y, seguramente, el momento no tardaría demasiado en llegar.
Pero era mejor no pensarlo, limitarse a disfrutar cada día y cada hora. Ese era el secreto de la Felicidad, que también compartió con sus jóvenes amigos.
No obstante, el fatídico día llego, como tenía. Y lo de hizo de un modo más cruel e inesperado de lo que el Capitán Gusanito había previsto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario