Si alguna vez para por Gracia del Río, y el cabo Requejo le para, para pedirle la documentación, los papeles del coche o que le de la hora, no deje de pedirle que le cuente "lo de la cucaracha".
Dicen la leyenda, y el propio cabo de la Benemérita, que al poco de llegar al pueblo, unos niños bromistas avisaron de que en su domicilio se había colado un animal. El joven e inexperto Requejo dio por supuesto que debía de tratarse de alguna alimaña de cierta envergadura, por lo que se apresuró a personarse en la dirección indicada pistola en en mano.
"¿Dónde está?, pregunto nada más llegar, y le indicaron que en la salita.
Pagando el precio de la inexperiencia (que siempre lleva los nervios como impuesto), derribó de una patada la puerta, entró dando voces y abrió fuego con los ojos cerrados. Una vez dado el tiro, salió tan deprisa como había entrado, y dijo a los atónitos chavalines de la casa: "creo que ya está muerto, porque no le se oye".
Y en efecto, cuando entraron a mirar, por increíble que parezca, los restos de la cucaracha estaban diseminados alrededor de un agujero de bala que había en el suelo.
Ante la sorpresa generalizada (de los niños, y de los vecinos que se habían personado a ver qué pasaba), el cabo Requejo se limitó a afirmar: "Ya ven, señores, la Guardia Civil nunca yerra un disparo o malgasta una bala. Misión cumplida. Buenas tardes".
Esto es lo que cuenta el Cabo Requejo, por difícil que resulte de creer. Y lo cuenta con la inmensa alegría que le transmite saber que aquella fue la primera y la última ocasión en que se ha visto forzado a abatir a alguien en el cumplimiento del deber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario