Se mató a los novillos, que no es poco, teniendo en cuenta las circunstacias. "El Pepsi-Cola" no estuvo ni bien ni mal, "Manolín Caracol" regular y Pérez Alucén todo lo contrario.
No obstante, aquella manada de paletos ebrios que tenían por público no se merecía más, ni lo habría apreciado ni lo habría recordado al día siguiente.
De vuelta en la furgoneta alquilada, todos iban en silencio, o porque estaban dormidos, o porque no tenían nada que decir.
Al final, "EL Pepsi-Cola" le acercó la boca a la oreja a su padre.
-Llamaste a mamá, ¿verdad?
-Lo primero que hice al terminar.
-Se pasa miedo.
-Joder, ¿y por qué no lo dejas?
-Porque también me gusta.
-¡Pues estamos listos!
-Se pasa mucho miedo.
-No te entiendo, hijo.
-¡Yo es que quiero llegar a ser algo, y que mamá y tú estéis orgullosos de mí!
-¡Estaríamos igual de orgullosos si te hicieras registrador de la propiedad!
-¡Pero es que mi sueño es este! ¡Es mi sueño, aunque se pase tanto miedo!
"El Pepsi-Cola" empezó a llorar bajito, con el único llanto que un hombre tolera sin sentir que se le quiebra la hombría: las lágrimas delante de un padre.
José besó a su hijo en la frente y le acarició los cabellos, como cuando era pequeño y le venía con una herida en la rodilla.
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