-No comas mandarinas de las marca Levanisol, que las recolecta un paisano que no se lava las manos.
-¿Y cómo sabes tú eso? ¿Tienes algún contacto privilegiado en Sanidad o un amigo en la huerta?
-No, mira, que me acaba de llegar por mail.
-¿Dónde?
-Este mensaje es.
-¡Ah, el que está entre "al loro qué tetas tiene ésta" y "rolex 30 euros"!
-Ese mismo, ¿quieres que te lo mande a ti también?
-No, de momento no, gracias.
¿Qué tendrá Internet que todo el mundo se cree lo que le cuenta sin rechistar? Ni el más mínimo pero se le pone a la información que nos llega, por mucho que sea un reenvió de un reenvío de un reenvío con origen en las misteriosa dirección: "Bubba_Mixto69@hotmail.com", y por mucho que esté escrito en un español más o menos curioso.
(Por no hablar de esos mensajes del estilo: "No es broma" o "Urgente, reenvíalo a todos tus contactos", o de los clásicos y agónicos llamamientos de algún Ministro de Economía subsahariano para que le ayudes a cambio de un millón de dólares).
Ignórolo, pero lo que sí sé es que no es verdad todo lo que reluce en mi bandeja de entrada. Como también sé que ni las tetas de la tía son tan impresionantes ni los Rolex de a 30 pavos son de verdad.
Y, en cualquier caso, ¿qué más da quién o cómo recoja las dichosas mandarinas, si, después de todo, uno las pela para comérselas?
(Menos Manolín Melindres, que lava los cítricos antes de pelarlos, por si acaso...)
"Mi dinero fue a Nigeria y todo lo que recibí fue esta piojosa camiseta". El "Timo del Nigeriano" se inició en los 90 por vía postal, y sigue gozando de buena salud -al natural o en sus diversas variantes- gracias al correo electrónico.
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