-A mí me da igual lo que diga usted, señor director, la actuación se me tiene que abonar.
-¡Deje de pensar en el dinero y dese cuenta del daño que ha causado!
-¿Piensa que lo he hecho aposta? ¡Yo qué sabía! Es un truco del espectáculo, sin más.
-¡Pero reconozca que ha sido del todo contraproducente!
-¡Esto es surrealista!
-¡Debería haber oído ciertos comentarios de los niños al salir!
-Convertir agua en papelitos de colores es el truco más inocente del mundo. Si algún alumno saca conclusiones raras, no es culpa mía.
-¡¿Conclusiones raras?! En la Eucaristía de ayer oyeron que Jesún convirtió el agua en vino, ¿qué conclusión sacaría usted si viera a un tío hacer algo parecido?
-Mire, señor director, si pretende predicar a los niños que Jesús era el Hijo de Dios usando como principal argumento que hacía trucos que también le salen a un mago de 100 euros la función, van ustedes listos.
-¡No le consiento...!
-Pues no me consienta. Hala me voy, ¡y se mete usted los cien euros por dónde le quepan!
-Es usted un grosero. ¡Me van a oír en la agencia!
-Francamente, de lo que debería usted preocuparse realmente es de que le escuchen los alumnos.
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