"One in a Million" explotó como si aquella carrera fuera una venganza personal contra los que le habían tachado de mediocre y entregado al castrador. Aceleró salvaje, tozudo, imparable, orgulloso, en un afán de demostrar que el valor verdadero anida en el corazón y no en los testículos.
"¡Bien, muchacho, eso es!...Un rival menos, otro, otro, otro mas..."
A la mitad de la curva, "One in a Million" ya era décimoprimero, entre el rugido de un público que tomaba como propia la remontada.
"¡Sigue, sigue! ¿Los oyes, muchacho? ¡Están chillando por nosotros! ¡Dale, dale, dale! Adiós, hasta la vista, ciao..."
A la entrada de la recta decisiva, "One in a Million" era octavo.
"¡Mierda puta, ahí están los cinco de cabeza, en filita, formado un muro! ¡Tienes que bordearlos para pasar! ¡A la derecha, a la derecha! ¿Qué hacéis ahí, mamones? ¡Fuera, fuera, no me cerréis!"
A 400 metros para terminar, "One in a Million" se encontraba enjaulado entre el pelotón de cabeza y dos caballos que galopaban a su lado. Su jinete movía la cabeza frenéticamente en busca de una solución que no parecía capaz de encontrar.
"Encajonado. ¡No me lo puedo creer, voy a perder por gilipollas, otra vez, otra vez! ¡"Rouge", el mierda, la caga para variar!"
300 metros para la meta. "One in a Million" no parecía tener solución. El público bramara angustiado, exigiendo la hazaña, pero su héroe de ocasión se mostraba cada vez más desesperado. Y ya se sabe que la desesperación lleva de cabeza a la locura.
"Hay un hueco por la izquierda, pero por ahí no cabe un caballo. Llevas toda su puta corriendo y sabes que no entras, "Rouge". ¡No entras!...¡A la mierda!¡Dale, muchacho, por la izquierda, por la izquierda!"
Quedando 200 metros para la línea, "One in a Million" ejecutó una maniobra imposible y se escurrió inverosímil por un hueco mínimo que había entre el grupo de cabeza y la valla de la pista. Las gradas reventaron de puro orgasmo deportivo.
"¡Abre los ojos, cobardica, que no estás en el suelo! ¿Cómo coño has pasado? ¡Da igual! ¡Primeros! ¡Venga, venga, niño, no te hundas, eh! ¡Aguanta, hijo, aguanta! ¿Qué es eso? ¿Quién es ese? ¿De donde ha salido? ¡No nos pasa, no nos pasa, no nos pasa...!
Los últimos 100 metros de la carrera los disputaron, cabeza con cabeza, "One in a Million" y "Enchilada", una yegua advenediza que no había sido invitada a la fiesta, pero que se había colado gracias a un primoroso y eléctrico remate. Un país entero contuvo la respiración.
Ojo contra los ojo, los dos caballos pugnaron por la victoria. Pero aquel día, a "One in a Million" se la había colado un león en la mirada, y acabó doblegando a su rival, no por ser más rápido, sino por ser psicológicamente más fuerte, por pura intimidación. Ya es sabido que los caballos son unos bichos muy inteligentes.
Nada más atravesar la meta, "Rouge" Perdeux, como una bomba de ansiedad, se puso a dar palmadas compulsivas a su montura, al tiempo que le chillaba, cautivo de un ataque de histeria: "¡Qué bueno eres, cabronazo, cabronazo, cabronazo!"
No era la celebración que había dibujado en su sus sueños, pero en ese momento daba igual.
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