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domingo, 21 de noviembre de 2010

La Cena de Don Álvaro (9).

A veces se gana, a veces se pierde (y a veces se empata), pero aquello sin duda había sido una goleada. La inauguración de la flamante y supermoderna fábrica de "Lácteos Romera" marcó el final, la rendición. Habían estado meses y meses removiendo tierra, cada palmo posible, y no habían encontrado más que latas y desilusión. Estaba claro que el fraile aquel no tenía sentido de la orientación o era un fantasioso de cuidado, o quizás un poco de ambas cosas.

Lo peor de todo había sido aguantar al maldito paleto de los huevos y sus aires de grandeza. ¡Le iba a vender quesos hasta a los holandeses! En fin, paciencia. Después de todo, la pasta que le habían sacado por la reforma no era tan mal premio de consolación...Aunque, claro estaba, no era un Goya.

Todo esto se le pasaba por la cabeza a Espinosa mientras Azarías Romera soltaba su discurso prefabricado ante las autoridades locales, el todo Garborsa y los empleados. Que, por cierto, Espinosa conocía a niños de primaria que se había ganado una bronca de la señorita por leer mejor. ¡Vaya tela, y eso que se había pasado toda la tarde anterior ensayando! Lectura trompicada en estado puro. Se notaba que don Azarías no era muy dado a los libros. Esos no daban ni fama ni fortuna...¡Menos mal, ya ha terminado!

-¡Bravo, bravo, muy bien, Azarías! ¡Deberías meterte en política!

-¿Tú crees?

-¡Firmemente! ¡Un hombre con tu capacidad de gestión y tu don para la oratoria es lo que le hace falta a este país para enderezarlo!

¡Qué gran idea! Si conseguían meter a ese pelele en un puesto de poder, se iban a hacer realmente de oro.

-Señor Espinosa.

-¡No me interrumpa!, ¿no ve que estoy hablando con el señor Romera?

-Es una carta que ha llegado esta mañana a la oficina. El señor Palomero me ha dicho que se la entregue con urgencia.

¿Qué querría ahora Palomero? Espinosa tomo el sobre y sacó la carta. Iba acompañada de una fotografía. Durante unos segundos, Espinosa se quedó mudo (hecho inaudito) y se le empezó a poner color de mareo oscuro en el rostro.

-¿Está bien, señor Espinosa?

-¡Será cabronazo malparido!-quiso gritar, aunque solo logró un balbuceo.

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