Pero ni se le ocurra sentir pena o lástima por el señor Azarías, que su mujer, lejos de adelantarse en el marcador del partido de las infidelidades, tan solo había marcado el gol del honor. El mismo Azarías así lo confirmo en achispada confidencia bien entrada la hora de los copazos, que siempre es la hora de la verdad.
-¡Yo soy muy macho, Alvarito! Mi mujer, una santa, pero no me da lo que yo necesito. Putero, yo he sido como el que más y, lo sigo siendo, pero ahora además, me he enamorado. ¡Enamorado, a mis años! Sarita, se llama. Trabaja en la fábrica, una trabajadora ejemplar, ¡y con una tetas!
-¿Y por qué no te separas, Azarías?
-¡De eso nada, que yo soy un señor respetable, y los señores respetables no hacemos esas cosas!
Espinosa, sobrio gracias a su más hábil gestión de los destilados, se limitó a sonreír mientras anotaba en su agenda: "Enviar a Ortigosa visita fábrica paleto. Sarita". Espinosa es un pedazo de cabrón.
El propio Ortigosa, terminada la faena en aquel sarao, se había marchado a casa en su coche particular. Con el se había llevado a Sor Camino. Pero no piense mal, Ortigosa es un muchacho que sabe cuáles son los límites que no debe atravesar.
-Sabe, hermana, yo a ustedes las monjas las admiro mucho. Me parecen las personas menos egoístas del mundo. Siempre ayudando al prójimo en vez irse de vacaciones a la playa y todo eso.
-Es nuestra vocación, ayudar a los demás. ¡Es la mayor plenitud, la mayor felicidad posible! Toparse con la necesidad, y dar consuelo a los que la sufren. Ver el gesto agradecido del que ve su carencia satisfecha. ¿Usted sabe lo que es eso?
-Bueno...Puede que me haga una idea, hermana.
Azarías y señora se fueron algo más tarde. Al señor hubo que ayudarlo a entrar en el coche, de la pesada carga de destilados que llevaba sobre los hombros (tan pesada era, que hasta le pegó un abrazo fraternal a su chofer). Se iba el señor como el hombre más feliz y satisfecho del mundo, pues la velada había resultado todo un éxito.
Sin duda lo había sido, si uno exceptuaba que había caído en una trampa para llevarse de sus terrenos un cuadro de incalculable valor, le habían encajado una reforma cara e innecesaria para su fábrica y su mujer le había sido infiel con el miembro viril más viril a ese lado del Pisuerga.
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