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jueves, 18 de noviembre de 2010

La Cena de Don Álvaro (6).

Con el pescado se iba a echar el anzuelo.

-Oye, Azarías, ¿tú has pensado en renovar la fábrica? ¡Modernización de maquinaria, optimización de la producción, reforma de las instalaciones...!

-Y la consiguiente regulación del personal, Alvarito.

-¡Eso es: producir más, gastar menos en sueldos!

-¿Pero, cariño, eso no significaría mandar a gente al paro?

-¡Bueno, pues que monten una empresa como la mía y se jueguen los duros como yo! Además, la hermana y sus hermanas están ahí para socorrerles con sus necesidades básicas, ¿verdad que sí, hermana?

-Nosotras siempre estamos ayudando a los más necesitados.

-¡Muy bien, hermana, diga que sí! ¡Cómo las admiro a ustedes las monjitas! ¿Ves, cariño? Ya hay organizaciones de caridad para ayudar a la gente, pero lo mío es una empresa, que está para que yo gane dinero y te pague a ti los caprichitos. Y, por favor, no hables de estos temas, que tú no entiendes.

-¡Bien dicho, Azarías!

-Lo que yo siempre digo: igualdad entre hombre y mujer, desde luego que sí, ¡pero cada cual en su sitio!

-¡Bravo, tú debiste de ser un líder en la escuela!

-No, más bien era un cabronazo en la sombra.

La señora de Romera se calló con la docilidad acostumbrada.

-Su marido ha estado un poco brusco.

Era Jaime Ortigosa, joven y prometedor ejecutivo de Garborsa sentado junto a la señora de Romera.

-Bueno, él es así, tiene sus cosas...

-¿Me permite que la tutee? ¡Debemos ser de la misma edad más o menos!

Mentira, Ortigosa era 17 años más joven.

-Bueno...

-¡Hecho entonces, Azarías! En Garborsa nos encargamos de todo, ¡y a precio de amigo! El lunes a primera hora se pasa Espinosa por allí y comenzamos el estudio de la reforma y optimización integral de tu fábrica.

La mesa en pleno estalló en un sonoro aplauso, no tanto por el negocio recién apalabrado como para aplaudir lo bien que estaba el jefe haciendo toda esa comedia. En pleno jolgorio, Palomero se giró hacia Espinosa y le susurró:

-¡Joder, macho, eres un genio! No solo nos vamos a llevar un Goya en las propias narices del pueblerino, sino que encima le vamos a colocar una reforma de las gordas.

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