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domingo, 14 de noviembre de 2010

La Cena de Don Álvaro (2).

-¿Has mirado bien cómo llegar a la urbanización, Jacinto?

-Por supuesto, como el señor me ordenó. Calculo que tardaremos poco más de una hora.

-Pues tira, y ve por la radial, que es más directa y un sábado a estas horas seguro que no hay casi tráfico.

-Como mande el señor.

A Jacinto todo aquello le repateaba en los más básico del estómago. ¿Acaso "el señor" pensaba que él no se sabía lo de la radial? "¡El señor!", ¡pero si sus padres habían trabajado en la misma cadena de montaje y ellos dos habían ido al mismo colegio! ¡Tan señor era uno como el otro! La única diferencia era que al "señor" últimamente le había empezado a ir bien con lo de los productos lácteos, y se había mudado a una vida de casa grande con servicio y Mercedes con chofer. Pero no era ningún secreto que tanto lujo no dejaba espacio para el ahorro.

"¡Cómo un día se agríen los quesos, se te va a acabar el señorío, Azarías", pensó Jacinto con un sonrisa de pura envidia española.

* * *

-Oye, y al pueblerino estirado ese de "Lácteos Romera", ¿para qué coño le hemos invitado? Porque su negocio no tiene un pimiento de interés.

Raimundo Espinosa, el cerebro que movía todos los hilos del grupo empresarial Garborsa -que Álvaro García-Borcigueitia había heredado de su padre-, sonrió ante la pregunta de Palomero, uno de sus más valiosos colaboradores.

-Tienes toda la razón, esa empresa no vale para nada, pero los terrenos donde tiene la fabricucha son de un tremendo interés para nosotros.

-Explícate.

-A su debido tiempo, Palomero.

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