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sábado, 13 de noviembre de 2010

La Cena de Don Álvaro (1).

-¡A ver qué tienen ahora que decir esos muertos de hambre!

Azarías José Romera se arregló satisfecho ante el espejo el nudo de su flamante corbata de seda.

-¡En primera división empresarial, mi lugar, ahí es donde estoy jugando!

Se puso su chaqueta a medida, la primera que le habían hecho en toda su vida.

-¡Sin complejos, con dos cojones como dos camiones, se acabó lo de "El Azarías"! ¡Señor Romera, Señor! -dijo recalcando la última ese- y cenando de invitado en casa del ilustrísimo y excelentísimo señor don Alvaro García-Borcigueitia Torrent.

A todo esto, su mujer se limitaba a asentir mecánicamente, mientras hacía frente a dos dudas que no paraban de torturarla: si aquel color de lápiz de labios pegaba con el vestido y si sus tobillos iban a ser capaces de soportar aquellos tacones tan elegantes y tan altos toda la velada.

* * *

La señora de García-Borcigueitia Torrent estaba mucho más hecha a las exigencias físicas de la gran gala. Sus preocupaciones eran otras:

-¿Es necesario que venga el paleto ese con la paleta de su mujer, Álvaro?

-Según Espinosa, no nos queda otra...Cosas de negocios.

-¡Qué fastidio tener que aguartarlos toda la noche!

-Querida, son los difíciles sacrificios que uno tiene que hacer por ganar dinero fácil.

-¡Pero si ya tenemos demasiado!

-Error, tenemos mucho. Nunca se tiene demasiado dinero. Tú limítate a ser amable y sonreír.

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