El hipódromo de Fair Grounds estaba más bonito que nunca, con las tribunas abarrotadas de habituales, ocasionales, curiosos, medios y politiqueo en general.
-No creo que lo volvamos a ver esto así en la vida, "Rouge".
-¡Y que lo digas, West!
Los adversarios casi íntimos se enredaron en aquella conversación insustancial -por vencer al siempre incómodo silencio-, aunque ambos sabían perfectamente que tenían otro tema en la cabeza, pero ninguno de los dos lo iba a sacar.
Los jinetes de la segunda carrera fueron convocados por megafonía. Era el estreno para "Rouge" y West aquella tarde. Había que ser profesional, y correrla como si fuera la quinta, aunque no lo fuera.
Los participantes -muy especialmente "Rouge" y West- fueron recibidos con un rugido de gradas al que no estaban acostumbrados. El público novato siempre es el más escandaloso.
-¡Y esto no es nada, "Rouge", ya verás en la quinta! -le dijo el mozo que le acompañó hasta la pista.
En efecto, ya vería.
"Rouge" hizo una de sus montas flojas y llegó en un sexto montonero. Los más pesimistas -con el propio "Rouge" a la cabeza- resoplaron. Los optimistas llegaron a la conclusión de que se estaba reservando (y, en cualquier caso, el caballo era malo).
La tercera tampoco fue mucho mejor. Ni peor, fue igual: otro sexto. Resoplidos más fuertes y signos de flaqueza incluso en los corrillos optimistas.
"Bueno, muchacho, descanso en la cuarta y luego...la quinta: La "Cabildo Cup", se susurró "Rouge" al espejo del lavabo. Sabía que esa espera lo iba a martirizar. ¡Ojalá se corriera ya!
Así que hizo lo único que sabía en esos trances: se fue a dar un paseo hacía las cuadras. No vencería a la ansiedad, pero al menos le plantaría una digna batalla.
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