Al principio, le hacía caso y le seguía la corriente (cosas de ser novato), pero, desde hacía un tiempo, cuando el Hermano Matías hablaba, José Luis Trestuestes siempre simulaba estar muy despistado y hacía como que no le oía. No era el único.
¡Como si le importara al Hermano Matías! El seguía con su diaria rutina de recorrer el colegio entero, de acá para allá, siempre con paso decidido y gesto orgulloso, como si todo aquello no pudiera funcionar sin él.
-¡Esta grapadora no es de aquí! Bien claro lo dice en la etiqueta: "Se-cre-ta-ría".
El Hermano Matías y su fascinación por los artículos de papelería en general y el orden en particular.
José Luis simuló estar demasiado absorto en la corrección como para haberse enterado, pero eso no amilanó al anciano.
-¡Hay que estar pendientes de que todo esté donde debe!-Sí, es muy fácil ser ordenado cuando uno tiene todo el tiempo del mundo, y hasta divertido, que colocar cosas distrae lo suyo.
-¡Un sitio para cada cosa, y cada cosa en su sitio!
"Entonces, usted a una casa de retiro, coño", pensó José Luis para sí, mientras asentía -pleno de falsedad-, a las palabras del Hermano Matías.
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