Hay días en que "Peralín" se levanta con el pie provocador.
-Padre Cosme, ¿no le gustaría tener hijos de verdad?
-¿Cómo "hijos de verdad"?
-Sí, hombre, hijos suyos, suyos, y no como todo ese rollo de llamar "hijo" hasta a los que son más viejos que usted.
-¡Pues la verdad es que nunca lo he pensado!
El Padre Cosme sabia que está feísimo que un sacerdote mienta, pero de algún modo tenía que intentar salir de aquella encerrona.
-¿Por qué no se hace protestante? ¡Que esos si se casan y tienen familia propia!
El Padre Cosme fingió una carcajada. ¡Si aquel crío supiera...Si toda aquella gente supiera...! Pero jamás lo podrían saber.
-¡Qué cosas tienes!
"Peralín" se percató de inmediato de que la risa del cura no era de curso legal, e intuyó que estaba pisoteando flores silvestres. Tenía que poner remedio de inmediato.
-¡Diga usted que sí, que mejor sin familia, que mire mi padre lo harto que le tengo yo! Además, que usted ya tiene bastante con estar pendiente de la pesada de Doña Soledad...En fin, que me piro, que hay fútbol por la tele.
El Padre Cosme reincidió en la carcajada, pero esta sí fue de verdad, y de alivio.
Y, no obstante, mientras "Peralín" se alejaba, a aquel hombre se le coló la Amargura Melancólica en el alma. Se la sacó de inmediato, como ya había hecho tantas veces antes.
Le debía estar cogiendo el tranquillo, porque cada vez le dolía menos hacerlo.
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