Estaban hechos el uno para el otro. O eso creía él, o eso creía que creía ella.
El caso es que, veinte años después de que ella lo dejara más plantado que un tahúr con seis y media, la casualidad o el destino los volvió a juntar.
-Oye, te voy a hacer una pregunta...No es rencor, que a mí eso se me acabó muriendo, es simple curiosidad...
Ella lo interrumpió, como el niño empollica que canta la lección antes de que el maestro le termine de formular la pregunta.
-¿Te acuerdas de los paseos que dábamos a la luz de la luna, y cómo me decías que esa misma luna de nuestro pueblo era lo más bonito del universo, quitando yo?
-¡Hombre, reconozco que era un poquito cursi! Pero estaba en edad y situación, tampoco pienso que aquello fuera para salir pitando...
-No, si me encantaba, que yo también estaba en edad y situación...
-¿Entonces?
-Entonces llegaron las fiestas del pueblo, y los fuegos artificiales aquellos, y tú te quedaste mirándolos embobado, ignorando por completo a aquella pobre luna que estaba allí, plantada para ti.
-Pero es que los fuegos eran novedad, y a la luna...
-...A la luna la tenías muy vista, y sabías que estaría allá arriba al día siguiente y al otro, esperando como una tonta a que tú te cansaras de la novedad esa tan vistosa y tan artificial.
-Ya.
-Pues eso.
-Quizás fue mejor así.
-Para mí, desde luego.
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