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viernes, 4 de junio de 2010

Raciones de Peso.

En España, eso de "comer de raciones" es un deporte nacional.

Cuando se realiza prospección de barra virgen, se pregunta al camarero: "¿Qué tenéis?" y las señoras estirar el cuello para averiguar si la cocina que se esconde tras el ventanuco medio abierto está limpia.

Cuando se pisa terreno conocido, se va a tiro hecho ("¡Ponme una ración de esos calamares tan ricos que tienes, joé!")y nos da igual que la higiene del local no sea la que debería, como si conocer el nombre de la cocinera (siempre un diminutivo terminado en "-i" o "-ita") nos relajara los escrúpulos. Por otra parte, es cierto que una Ley Universal del Tapeo dice que la calidad de las raciones es directamente proporcional al grosor de la capa de grasa de la cocina.

Es también por culpa de las raciones que siempre hay un camarero en perpetuo proceso de cortar jamón, como un Sisifo entre sifones, contemplando desesperado cómo se le llevan los platos llenos, y le colocan otro vacío en su lugar.

Y, por último, es por culpa de las raciones y su grasa reglamentaria que el español medio tiene la tripa que tiene, y que se sobrelleva con resignación y buen humor, como si fuera el peaje que hay que pagar por ser de un país donde se come como en ningún otro sitio.

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