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martes, 23 de marzo de 2010

Si No Fuera de Mala Educación, Te Llamaría Maleducado.

Uno nunca sabe si se pasa de educado o no llega.

Por ejemplo, saludar. Si me cruzo con una persona 87 veces en el trabajo, ¿le debo saludar todas? ¿Una de cada cinco? ¿Sólo la primera? ¿Es suficiente ese gruñido balbuceado que hace las veces de un "hola", o, por contra, hay que vocalizarlo todo bien? O, si me apura, ¿basta con hacer un gesto de cabeza?

Y las felicitaciones, ¿debo anotar en mi agenda sólo los cumpleaños, o he de añadir santos y aniversarios de bodas, bautizos y comuniones? ¿Es suficiente un mensaje de móvil o hay que decirlo de viva voz Vodafone?

Siguiendo con el tema de las fechas señaladas, ¿a quién hay que regalar? ¿Cuándo? ¿De cuánto ha de ser el importe del regalo?

Por no hablar de las visitas, ¿cuándo hay que llevar la eterna bandeja de pasteles surtidos y cuándo no?

Demasiadas preguntas sin respuesta y una única consecuencia: corres el riesgo de ser visto por sus compañeros de sociedad como un meloso engolado y plomazo, o como el almirante de la flota combinada de los bordes y los maleducados.

Había un tipo tan educado, cumplido y formal que, cuando llegó al hospital para operarse de una hernia, leyó un discurso de ingreso.

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