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martes, 9 de febrero de 2010

El Niño del Despertador y su Cuadrilla.

José Manolito Sánchez Gargamelín no era mal torero, pero le gustaba mucho dormir. De ahí lo de "El Niño del Despertador". Los miembros de su cuadrilla, la prensa especializada y la afición en general se maravillaban de su rara habilidad para echarse una siesta como un bendito las horas previas a cualquier festejo taurino, por importante que fuera.

-¡Arriba maestro, que la Maestranza no espera!

-¡Un ratito más, "Bristoleño", por lo que más quieras!

-¡Maestro, que a usted no se le pegan las sábanas, se le matan de una paliza!

-¡Cinco minutos sólo, muchacho!

-¡Que ya son la cuatro y cuarto, maestro, y el tráfico es muy traicionero! ¡Ya tendría mala guasa que nos pillara el toro!

John Henry Whelby "el Bristoleño" era natural de mismo Bristol (como usted ya se habrá figurado). De joven, dudo entre hacerse ingeniero de canales, caminos y puertos o torero. Al fin, se decidió por lo segundo, que más cornadas da el cálculo de estructuras.

(Usted se preguntará cómo se aficionó un muchacho de Bristol a los toros. Pues fue todo por culpa del peluquero de su barrio, que era de la misma Ronda. Fiel a la tradición, siempre interrogaba a sus clientes sobre si querían palique de fútbol o toros, y siendo John Henry poco aficionado a las pelotas con pintas negras, siempre tiraba por lo tauromático. Y una cosa llevo a la otra. Se metió a novillero, y, aunque nadie le discutía una buena conexión con el toro y el público, su incapacidad para conectar con su propia cuadrilla truncó sus sueños de vestir de oro. Meterse a torear sin hablar más que unas pocas palabras de español tenía esas cosas. Y cuando consiguió por fin aprender, ya era tarde. Su destino de bandillero estaba echado).

Pero volviendo a "El Niño del Despertador", ahí le tiene usted, muy en torero, de verde y oro, con la chola enmonterada apoyada en la barrera del coso sevillano. Roncando.

¡Será hijo...!

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