El Antiguo Testamento según las Escuelas de Negocios (Parte 1).

En el principio, era la nada, o sea actividad empresarial nula, y Dios se dio cuenta de que eso no podía ser y comenzó a crear cosas, por lo que le estamos eternamente agradecidos. Tardó seis días y al séptimo descansó, con lo que sentó el incómodo precedente que da pie a que no se trabaje los domingos. En eso igual no estuvo tan fino.

Adán y Eva vivían en el Jardín del Edén, donde tenían todas sus necesidades cubiertas sin necesidad de trabajar, por lo que ninguno de los dos parecía que se fuera a animar a abrir una empresa. La única limitación que tenían era no poder comer frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Entonces llegó la Serpiente y engatusó a Eva y Adán con falsas promesas para que se buscaran la ruina. Estamos intentando contactar con ella para que imparta un seminario en nuestra escuela.

Entonces, Dios expulsó a Adán y Eva del Paraíso con estas palabras: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente", con lo que se constata que el empresario es un mero agente del cumplimiento de la Voluntad Divina.

Caín y Abel fueron los dos primeros empresarios. El primero se decantó por el sector agrícola, mientras que el segundo se dedicó a la industria cárnica. Lamentablemente, tuvieron un problema entre ellos al cerrar el primer ejercicio y ambos tuvieron que cerrar sus respectivos negocios.

Mucho tiempo después, vino un momento clave y trágico a la vez. Llegaron los hombres a una llanura de Sínar y algún pionero iluminado -cuyo nombre por desgracia se ha perdido- dijo al resto: "¡¡¡Joder, qué pedazo de solar. Aquí me hincho yo a hacer pisos!!!" La Torre de Babel iba a llegar hasta el cielo, con lo que usted se imagina la pasta que eso iba a dar a ganar. Trágicamente, a Dios no le hizo gracia la promoción y lo mandó todo a hacer puñetas, provocando la primera crisis inmobiliaria de la historia (y que algún tipo con vista montara la primera academia de idiomas).