Conozco adolescentes que no callarían ni bajo tortura. A muchos.
De hecho, esa puede que sea la huella más profunda que su educación dejará en ellos: ser unos perfectos diablillos charlatanes (o "charsatanes", en palabra que desinteresadamente le cedo al mundo hispanohablante).
Y, lo malo de la cuestión, es que ser parlanchín no es sino abrir el desagüe de los pensamientos y permitir que salga todo por la boca: chistes malos, información irrelevante, secretos inconfesables, chisme en general y el inevitable "parece que refresca". Todo eso y mucho más echa un "charsatán" por esa boca.
Por no hablar de cuando lubricamos las tuberías del habla indiscriminada con alcohol. Entonces, estás más perdido que la batalla de Trafalgar.
Así pues, amigo mío, mide tus palabras. Puede que sean más cortas (o mucho más largas) de lo que a primera vista parecen.
No pierda la oportunidad de estarse calladito si la ocasión lo requiere.
1 comentario:
- Recuerda que es mejor permanecer callado que se sospeche que uno es tonto que abrir la boca y confirmar que se es.-
- Y yo que lo diga.-
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