"¡Qué niño tan rico!", había sido la banda sonora de la infancia de Gonzalito Nantes. No era particularmente listo ni trabajador, pero, con 7 añitos, los ojos claros, la melenita querubín y las salidas ocurrentes te sacan de cualquier apuro. Así que Gonzalito se plantó en la Secundaria habiendo aprobado los cursos a golpe de monería.
Aunque, la verdad sea dicha, el encanto del nene había ido descendiendo a pasos agigantados y ahora era nulo. Lástima que Gonzalito no fuera consciente e intentara remediar sus problemas aferrándose al viejo y querido truco de las caritas de niño bueno y los comentarios fuera de lugar. Pero la magia se había esfumado, y todo lo que quedaba era un niño repipi, pesado e insoportable.
Le habían intentado explicar por las buenas y por las regulares que las cosas habían cambiado, que tenía que madurar y dejar la comodidad del juego sucio infantil para sacar adelante sus estudios por el camino del esfuerzo. Pero Gonzalito, como un caballo bailarín al que pretendieran hacer tirar de un carro de estiércol, se negaba a hacer caso.
-¡Cállese, Nantes!
-¡Me callo como un lacayo!
Esa rimita de cosecha propia e improvisada le encantaba a la señorita Sofía. La primera vez que se la soltó en 2º de primaria, ella misma confesó que casi se hace pis de la risa.
-Ya se lo he dicho cientos de veces, Nantes. No tiene gracia.
2 comentarios:
saludos daniel (antiguo profe de ingles) quetal te va ahora que estoy en la universidad no paro en todo el dia y apenas me puedo pasar por el cole y poner a leerme tus entradas, asique aprovecho este rato libre para pasarme por tu blog y saludarte. por cierto las entradas son muy buenas.
saludos sardinero
¡Qué grande eres, Sardinero!
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