Lo primero que hizo Marcos al entrar en el gimnasio que iba a convertirse de modo inminente en su oficina de trabajo, fue arrancar un amarillento recorte de periódico que había clavado en un corcho. "La Educación Física sigue siendo 'la María' de la educación en España", rezaba y, sobre este titular, en rotulador gordo y rojo ponía: "AQUÍ NO". Marcos y su predecesor eran muy diferentes.
A Emilio Juárez, alías "El Mula", lo habían despedido hacía unos días después de casi treinta años de servicio en el colegio. No había sabido cambiar con los tiempos y pretendía seguir viviendo en un mundo educativo particular en el que hacía y deshacía a su antojo, por encima de la legalidad vigente y la dignidad humana.
Durante su carrera, "El Mula" había escrito toda una historia de infamia con sus correctivos: obligar a correr en calzoncillos a todo aquel se hubiera olvidado la ropa, golpes en el estómago para demostrar la importancia de unos abdominales poderosos...por no hablar de las humillaciones verbales, aunque esas, en términos relativos, casi pasaban desapercibidas.
Hasta aquel histórico día en que forzó a Gonzalo Nantes a trepar por la cuerda. El pobre niño no quería, se negaba en rotundo, "suspéndame, pero déjeme, por favor". Pero "El Mula" nunca aceptó un "no" por respuesta. Se aproximó a chillidos al pobre crío, quien, en pura huida, empezó a subir. Por desgracia, a mitad de camino el pánico lo venció y se precipitó en caída libre. Piernas, las dos. Gonzalo se retorcía de lágrimas y dolor, "El Mula" no paraba de insultarle y el resto de la clase callaba y temía.
Al día siguiente, el muy correcto señor Nantes se personó en el centro con su abogado. La innata habilidad negociadora del Hermano Rodolfo consiguió zanjar el asunto presentado la cabeza del profesor de gimnasia en su reglamentaria bandeja de plata. El colegio salía indemne del asunto, aunque un buen pellizco más pobre.
Las malas lenguas aún sostienen que, al final de la reunión, a "El Mula" tuvieron que reducirlo entre el bedel, el secretario del APA (que pasaba por ahí), tres muchachos del equipo de fútbol que entraron alarmados por los gritos y la decisiva intervención del abogado de los Nantes -a la sazón cinturón negro de judo-.
Marcos jamás tendría ese problemas. Marcos era un profesor de Educación Física al que le había llegado eso de la civilización.
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