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sábado, 11 de octubre de 2008

Ejecutar a un Ruiseñor. (Espero que sea la edad, Harper).

No me gustaría ser Truman Capote, pero no estaría mal ser capaz de escribir como él una hora diaria. Aunque usted dirá, con razón, que Capote habría sido menos Capote sin su amiga Harper Lee. Razón no le falta.

Siempre había sentido una admiración especial por Lee. Tenía ese encanto misterioso y divino de los pocos elegidos que se hacen inmortales con sólo una obra. ¡Y menuda obra!

"Matar a un Ruiseñor" (o "To Kill a Mockingbird", si usted así lo prefiere). La novela pintada con toda la paleta de colores del alma humana: desde el azul clarito de la sensibilidad infantil hasta el rojo chillón de la injusticia.

Pero, sobre todo, tenía a Atticus. Un héroe capaz de luchar por sus ideales aun cuando sabe que no va a ganar nada y va a perder mucho. O, en términos más simples, un hombre recto y llano con el suficiente espíritu de Quijote legal para defender a un negro acusado de violar a una chica blanca en el Sur profundo y canalla.

Hoy he visto esta foto de Harper Lee con el presidente George Bush jr. Ironías de la vida, la autora de una novela en que se denuncia la injusticia racial del sistema penal norteamericano se abraza, como si fuera su abuelita, con el ex-gobernador de un estado donde el 70% de los condenados a muerte son de raza negra o hispana.

Quiero pensar que es la edad (Harper Lee ya supera los 80), porque me horroriza la idea de que ella pueda traicionar así a su Atticus. Harper, dime que no te has pasado al bando de los linchadores.

(Quizás todo esto que he escrito hoy resulte un poco injusto. Creo que alguien dijo algo así como: "Nunca entenderás a nadie hasta que no veas las cosas desde su punto de vista...Hasta que te metas en su piel y te des un paseo").

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