Es la historia del pobre camarero que gritó a cocina: "¿Están mi tapa de sesos y mis huevos salteados?" y recibió por respuesta histérica de un cliente: "¡No, lo hagas, Manolo. Por muy hasta los huevos que estés, no te saltes la tapa de los sesos!"
Vale, es un chiste y de los que están en zona de descenso, pero ilustra cómo nacen muchos bulos. Como cocedero inevitable, los grandes templos de la ociosidad y el griterío (léase bares). El ingrediente básico, esa feroz necesidad de poner la antena a la conversación ajena que tanta gente trae de serie. Sólo nos resta un comentario escuchado fuera de contexto, una conversación oída a medias o, simplemente, una palabra que se entendió mal. La calenturienta imaginación hará el resto: encajará las piezas a mayor conveniencia de su alma chafardera, y a tirar de móvil. "Escucha, calla, que te vas a quedar muerta..."
Moraleja de hoy: No crea todo lo que oye, ve o le cuentan. A no ser, claro está, que para usted la verdad sea un actor secundario.
Algunos, con la antena siempre lista.
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