Tuvo que ser en los colegios pijos de Inglaterra, porque los ingleses de clase alta son así: maestros equidistantes de la caballerosidad y la perfidia. ¿Cómo si no explicar que una mente humana sea capaz de parir el concepto del fuera de juego? La moneda que tiene por cara el loable objetivo de conjurar una innoble desventaja del atacante, pero que presenta en su cruz la polémica y la injusticia, ambas en estado puro.
La primera norma del fuera de juego balompédico (que data de comienzos del siglo XIX) era radical: ningún atacante más adelantado que el balón podía recibir un pase. La norma aún la aplican ciertos entrenadores italianos y vascos, y, por supuesto, también es muy similar a la del moderno rugby. Además, es el sueño de todo chupón empedernido y carioca.
Con los años, la cosa se fue moldeando hasta llegar a su forma presente. En 1847, las normas del colegio Eton ya permitían recibir un pase adelantado si había al menos tres defensores entre atacante y portería en el momento del envío. Eso es progreso y no la máquina de vapor. En el mismo sentido se orientan las reglas encontradas en 1856 en la biblioteca del colegio Shrewsbury, que decían en su artículo noveno: "Si un balón proviniente del lado donde se encuentra la portería de su equipo sobrepasa a un jugador, no le estará permitido jugar el balón si no hay al menos tres jugadores contrarios delante de él".
Y con esta regla se empezó a jugar la Liga Inglesa en 1866. Dicen las crónicas que el dudoso honor de ser el primer jugador pillado en fuera de juego recaló en Mr. Charles W. Alcock.
La regla no llegó a sus términos modernos (incluidos los dos defensores actualmente necesarios) hasta 1925. Gracias a la modificación, en la liga inglesa se pasó en una temporada de marcar 4.700 a 6.373 goles (en el mismo número de partidos). Vamos, todo un empujón para el espectáculo.
Entre los cambios más recientes, destacar el de 1990, cuando un jugador en línea con el contrario dejaba de estar en "orsai", o el de 1995, cuando se despenalizó el fuera de juego "posicional".
"Bueno, yo levanto el banderín, y que sea lo que la moviola quiera..."
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