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miércoles, 21 de mayo de 2008

Graciosillos y desgracias.

Un gesto serio es, a menudo, una fortaleza casi inexpugnable. Sólo casi. Hay genios que consiguen tocar el ladrillo correcto y, con un simple y sutil golpe de maestría, derribar todo el muro. Una frase, un comentario o el sencillo y divino don de contagiar la risa...y la carcajada se hace incontenible. Privilegio de los elegidos.

Luego están los que barrenan. De ordinario, con poco éxito pero ánimo inagotable. Por otro nombre, graciosillos. Acribillando a los presentes gracieta tras gracieta, como metralletas verborreicas de la falta de agudeza. Y, por si este castigo fuera poco, rematan la faena con risotada a juego y comentarios explicativos. Un ejemplo por ejemplo:

(Ante cualquier referencia a la "hierba" en una conversación). "A mi me encanta la hierba...que es muy buena para relajarse...aunque también te puedes tumbar en el césped"...(estruendoso) jajajaja...(te empieza a dar golpecitos)jajaja...la hierba..(se le humedecen los ojos) jajajaja...(a voces) ¡me refería a la hierba de fumar!

Supongo que no hacen faltan más ejemplos. Usted se sitúa.

Parecen no percatarse de que cuando algo tiene chiste, nos damos cuenta solitos sin ayuda de nadie; y cuando no lo tiene, ellos no están capacitados para inventarlo.

El campo de acción del graciosillo no se limita al juego de palabras, también puede hacer imitaciones, efectos visuales o recurrir a la tan socorrida bromita. Todo por-que- rías (homenaje a Les Luthiers).

Y tenga mucho cuidado con eso de sonreír por cortesía. Si el graciosillo lo interpreta como un gesto de entusiasmo (cosa a la que es extremadamente propenso), puede convertir la monería en cuestión en un elemento crónico de la convivencia con él. Peligroso.

¿Dan Premio Nobel de la originalidad? Porque el muchacho es un serio candidato.

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