Él no quiere que se sepa, pero en un colegio todo se acaba sabiendo, y, si te fijas, se le nota un poco. Aunque Isaac no es de esos niños en los que uno se fija mucho, y tampoco es de los que saca sus sentimientos al balcón fácilmente.
Y, por si acaso quedaba alguna duda, Charrito Duque alertó a Trestuestes sobre el particular.
-Oye, ¿has puesto a Isaac en clase al lado de Bea Díaz?
Bea Díaz es alta y delgada, aunque la iconoclasta de su madre no. También es bien parecida, y sería hasta guapa si no vendiera tan caras las sonrisas.
-¿Y qué pasa?
-Pues...Pues eso.
Charrito Duque tiene más vocabulario en sus miradas que muchos adultos en sus labios.
-Ya. ¿Y qué hago?
Charrito Duque es el enlace sindical entre los corazones de los alumnos y las mentes de los profesores. Así que siempre conviene consultarse sobre esas cosas.
-Tú deja, que yo me entero.
Un par de clases después -Charrito Duque es así de eficiente- llegaron las noticias.
-José, que sí, que les puedes poner juntos.
Trestuestes no pidió más datos, ni si se había consultado a él, a ella, o a los dos...Charrito daba el okey, y eso era suficiente.
Desde entonces, José Luis Trestuestes, cuando la clase le da un segundo de respiro, se fija en la esquinita de la clase donde Bea e Isaac habitan. Ella siempre está pendiente de las amigas y él, sesudo, suele estar liado con algún cuaderno.
Y no obstante, hay veces que ella le dice algo, y él contesta sin levantar los ojos de pupitre y se ríe tímido, y -acaso sea una ilusión- ella también casi se ríe.
Y entonce José Luis Trestuestes se pone un poco cursi y le da por pensar que el pobre Isaac está viendo a la mismísima Felicidad en el escaparate.
Aunque, seguramente, jamá tenga dinero para comprársela.
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