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domingo, 16 de septiembre de 2012

S8 (y 12).

¿Habría alguien en toda la Villa Paralímpica que no se hubiera hecho una foto con él? Le daba igual, éstas las disfrutaba mucho más que las otras.

También firmaba infinidad de autógrafos. Muchos, sobre la famosa, la famosísima foto tomada justo al finalizar la prueba de relevos: él, levantando su único brazo al cielo con un grito en el boca y, en segundo plano, el nadador alemán con las manos y la desolación cubriéndole el rostro. Era una imagen que se había convertido en un símbolo, en una tabla a la que se agarrarse, en una manantial de fuerza, motivación y esperanza para miles y miles de personas con algún tipo de minusvalia. Les demostraba que no tenían por qué sentirse ni ser menos que nadie.

Era la foto que le había dado un sentido definitivo a todo aquello. De hecho, si hubiera sabido la repercusión que iba a tener, no sabía si habría podido nadar de los nervios. Porque, en realidad, en aquella carrera había estado mucho más en juego que una simple medalla. Había luchado por el orgullo y la autoestima de muchas personas, y los había conquistado para ellos, y para él.

Decían las malas lenguas que había habido reventa para verle nadar la final de natación S8, la primera reventa de la historia de los Juegos Paralímpicos, y hasta la habían mencionado en todos los telediarios. Un gran avance, sin duda, para la prueba: de ser totalmente ignorados a disponer de 15 segundos en horario de máxima audiencia.

No obstante, Charlie sabía que todo aquello era pasajero, que dentro la nada los paralímpicos -y él el primero- volverían a ser los eternos "muy admirados y completamente olvidados" No obstante, como en la película de Bogart, siempre les quedaría aquella medalla de bronce y aquella foto en la piscina. El sueño pronto terminaría, pero, gracias a él, la realidad jamás volvería a ser la misma. Ahora, les tendrían mucho más respeto y mucha menos lástima.

Acarició la medalla de oro que llevaba al cuello. Mucha gente daba por hecho que no la apreciaría, que después del bronce contra gente con dos brazos, aquel oro en S8 le sabría a nada.

Mentira, y los que pensaban así no se habían enterado de nada: él también había luchado y entrenado para ganarla y era tan importante como la otra. Eran dos trofeos, cada una con su circunstancia, pero el premio al esfuerzo ambos.

Como las personas, cada uno con su circunstancia especial, pero igualmente plenas de dignidad todas.

"Somos todos tan iguales como diferentes", era la idea por la que Charlie Casiano había nadado, luchado y ganado dos medallas.

Y también habría muerto si hubiera sido necesario.

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