Como cualquier otra día de carreras, aunque no lo fuera, "Rouge" Perdeux comprobó que no se dejaba nada y se dispuso a poner rumbo al hipódromo.
-Bueno, me voy.
Alice normalmente no solía ir a ver a su marido correr, y no pensaba darle a aquella maldita tarde la satisfacción de hacerla especial.
-Suerte, cowboy, y vuelve de una pieza.
-Descuida.
Desde aquel lejano día en que empezaron a salir en serio, este había sido su ritual de despedida siempre que él se marchaba a montar. Los jockeys, como toda la gente que se juega la vida por rutina, tienen licencia para ser maniáticos.
-Espera, cowboy.
Definitivamente, no era un día cualquiera. "Rouge" se paró en la puerta y giró el rostro hacía su mujer.
-Mira, haz lo que tengas que hacer en esa dichosa carrera. Si te caes y te abres la cabeza, ¡pues qué se le va a hacer!...Bueno, no me haría nada de gracia, ya me entiendes...En fin, que si esa carrera va a matarte, que sea de golpe, y no poco a poco durante el resto de tu vida.
"Rouge" se limitó a asentir con la cabeza y salir por la puerta. Nunca hasta entonces se había dado cuenta de lo muchísimo que lo debía de amar esa mujer.
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