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sábado, 2 de octubre de 2010

Gracia del Río (Un Pueblo con Poco de Ambas): La Confesión de Olegario.

-Ave María Purísima.

El Padre Cosme estaba acostumbrado a confesiones escasas y poco originales, o sea, los pecadillos de señora de provincias de Doña Soledad. Por eso, aquella inesperada voz masculina le hizo dar un respingo.

-Sin pecado concebida.

-Padre, que soy yo, el Olegario. Ya sabe, el mayor del S'abolla mediano.

-No hace falta que me digas quién eres.

-En fin, usted lo mío..Ya se lo figura, ¿verdad?

Sí, el Padre Cosme ya se lo figuraba.

-Pero lo tuyo no es un pecado que confesar, hijo. De hecho, el amor que sientes por esas muchacha es todo lo contrario del pecado.

-Ya...Pero, ¿qué hago?

-¿Pero no le diste el poema aquel?

-No, se lo mandé por correo.

-¿Anónimo?

-No, del normal, que es más barato.

-¡Que si pusiste el nombre!

-No. ¡Menuda vergüenza!

-Mira hijo, yo creo que lo que tienes que hacer es lanzarte.

-¿Y si me dice que no?

-Pues te aguantas, no serás el primero ni el último al que rechazan.

-Que pensaba que...¿por qué no se lo dice usted?

-¡Porque el enamorado eres tú!

-¡Écheme una mano!

-Bueno, ya veré qué se me ocurre.

Él que se pensaba que una parroquia de pueblo debía ser lo más sencillo del mundo...

-Muchas gracias, padre.

-De nada, chaval.

-¿No me manda rezar nada?

-No, bastante penitencia llevas ya con "lo tuyo".

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