Pero, no obstante, yo he visto a algunos amar a Dios como a ninguna otra cosa, y honrar a sus padres -y los padres de mis padres-, y cometer actos impuros sólo con la pureza del Amor. Jamás los vi matar, robar o mentirme cuando me sonreían, y no aprecié en ellos más codicia que la de vivir felices y en paz.
Por eso, cuando esos que justifican las muertes colaterales, amparan con sus mentiras a los que roban o manchan de impureza la inocencia, o hacen del nombre de Dios y su Cuerpo la más vacía de las expresiones de ira o sorpresa; cuando esos, digo, me intentan convencer de que su camino es el recto, yo no me quedo del todo convencido.
Daniel, "Dios es mi Juez", y el de los supuestos rectos, y el de los presuntos torcidos.
Su Veredicto, el único que me vale.
Amén.
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