-¿Qué pasa, hijo?-dijo el Padre Cosme, que pasaba por allí, siempre oportuno al rescate.
-Mi padre, que me ha hecho seguidor oficial del equipo y me han mandado esto.
-¿Seguidor oficial del "Graciarriero"?
-No, del otro, del importante. Ya sabe que también me hice de ése, por aquello de poder celebrar cosas.
-Ya...¿Y no estás contento?
-No mucho. Es que no veo yo que por tener este cacho de plástico sea más de equipo. Yo llevo mis colores en el corazón, en lo alegre que me pongo cuando ganan y en las lloreras que me pego cuando palman.
-Comprendo.
-Y me da rabia que el señor ese que es presidente se crea con el derecho de decidir si eres del equipo o no. Muy claro lo decía el anuncio: "Si no tienes el carné oficial de seguidor, no eres de los nuestros". ¿Quién es él para decidirlo? ¡Esto es un sacaperras y nada más! El Club no es de ese presumido con traje, es mío, y de todos los niños y los mayores que le apoyamos. ¡Sin nosotros no es nada! ¡Nosotros somos su alma, con carné o sin él!
-Claro, claro.
-¿Sabe cómo nació el equipo? Fue un tío que le gustaba el fútbol hace tela de tiempo y que lió a doce colegas para entrenarlos, aunque luego uno se mosqueó y se piró. ¡Tenían que jugar once justos, sin un solo cambio! Y casi no tenían ni para botas, pero daba igual porque su entrenador les enseñó a amar el fútbol por el fútbol, y gracias a ello fueron ganando partidos y creciendo. No como ahora, que están más pendientes del dinero y la fama, por mucho que lo nieguen. ¡Qué mierda!
-Bueno, hijo, ese tipo de cosas suelen pasar...¡Y no sólo en el deporte!
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