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jueves, 27 de mayo de 2010

Sí, Donde la Cárcel.

"Puesto de trabajo indirecto", así se llamaba lo suyo. Y había un buen puñado en el pueblo, casi tantos como directos. Todo gracias a aquel edificio enjaulado.

-¿Franciscavieja? Eso es...

-Sí, donde la cárcel.

-Oye, y allí tienen a presos de...

-Sí, sí, hay unos cuantos.

Estaba ya un poco harto, tanto, que hasta se había planteado mentir sobre su origen cuando le preguntaran. Pero él no era un mentiroso.

Se sentía un desagradecido, porque la creación del Centro Penitenciario CEPEX-2 había hecho mucho bien. Sí, todo el mundo estaba contento con la cárcel, porque había traído trabajo, dinero y prosperidad a aquel pueblacho en mitad de la nada (privilegiado emplazamiento que había propiciado la construcción de la cárcel a sus afueras).

Y tampoco se estaba tan mal detrás de aquella barra, sirviendo bocadillos, refrescos y cafés a letrados de medio pelo, periodistas de investigación y familiares de internos. No era su trabajo soñado, pero había que comer.

A veces, de vuelta a casa, le daba por pensar cómo serían su pueblo y él si CEPEX-2 no hubiera entrado en sus vidas:

Nadie los conocería -lo que era preferible a que te conozcan como el sitio ese de la cárcel- pero él no tendría trabajo, lo que resultaba mucho peor. Aunque también le asaltaba el pálpito de que algo habría salido, con un salario menor, pero mejor pagado. Un empleo en que no tuviera que escuchar hablar a voces de unos asesinos como héroes, y tener que tragar saliva y seguir tirando cañas.

Su conclusión habitual era que la Felicidad no le acababa de cuadrar, por mucho que lo intentara. Le parecía como si él fuera un preso más de la cárcel.

Se sentía un desagradecido, y también desgraciado.

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