Permítame que me presente, soy un reloj de propaganda de una editorial que reside en el primer estante de una librería de cuarto.
Cuando me estaban fabricando, me creía que mi vida iba a ser otro cosa. Pero, yo, que tengo todo el tiempo del mundo en mis manecillas, no soy feliz.
Porque se me hace poco caso, y el poco caso que se me hace, es para quejarse porque voy muy deprisa, o porque corro demasiado lento. ¡Pero si voy siempre igualito!
Hubo quién hasta me pidió que no marcara las horas. ¡Como si lo hiciera por capricho o estuviera en mis manecillas elegir!
Y así es mi vida, pasar el 99% de mi existencia totalmente ignorado, dando vueltas a un circuito de docena en docena, como un burro de molino, y temiendo que un día se me agote la pila y nadie se moleste en cambiármela.
Fiel, preciso, implorando con mi ticktackeo una miradita de atención que llene mis engranajes de felicidad y que dé algo dé sentido un existencia como la mía, la más monótona que imaginar uno pueda.
Y todo lo que a menudo consigo es un: "¡Joder, ya son las 8!"
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