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jueves, 18 de marzo de 2010

Un Pionero Digital (de Muñeca).

Resulta curioso que, en estos tiempos en que cada avance tecnológica asesina a electrónica fría a su predecesor, los relojes analógicos hayan sobrevivido al macroataque de los microchips japoneses. Sin duda, porque las eternas manecillas resultan mucho más elegantes. (¿Un Rolex digital? ¡No fastidies! De hecho, esta empresa sólo fabrica un producto de estas características: el que se puede ver en el marcador de la pista central de Wimbledon).

Sin embargo, también hubo una época en que tener un reloj digital era pijo del morirse.

Todo empieza en 1966 con un tal Stanley Kubrick y un proyecto: "2001, una Odisea en el Espacio". El director quería mostrar un futuro que fuera a la vez creíble e impactante. Con tal fin, contacta con la empresa relojera Hamilton y les encarga un diseño de reloj futurista. La respuesta se llamó "los Relojes de la Odisea", con versiones de pulsera y sobremesa.

Fascinados con el concepto del "reloj electrónico", los ingenieros de Hamilton se ponen manos a la obra para ofrecer en la realidad lo que comenzó como atrezo de (ciencia) ficción.

Tras un lustro de trabajo, el primer reloj digital es presentado en 1972 por la empresa HMW (nuevo nombre de la antigua Hamilton). El caprichito costaba 2.100 dólares (de la época), posiblemente porque era de oro de 18 quilates. La principal pega era que la pantalla de LCD no estaba constantemente encendida, sino que había que pulsar un botoncito cada vez que se deseara consultar la hora. O sea, lo que viene siendo una pesadez.

Lo irónico del tema es que el nombre del cacharro era, precisamente, "Pulsar", en honor a las recién descubiertas estrellas. (Obviamente, en España le habrían tenido que buscar otro nombre, porque, de lo contrario, el cachondeito habría sido fino filipino).

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