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domingo, 21 de marzo de 2010

La Venganza de "El Carvo".

"Uno calvo del tó y otro con muchos pelos
¿Irigoyen dónde ha ido a buscar a esos dos extranjeros?
No sé si servirán para el fútbol europeo
de momento aquí están sirviendo de cachondeo".

Si usted es aficionado (y amante, que es imposible lo uno sin lo otro) de Cádiz y su Carnaval, habrá reconocido la letra, y si no lo es, le resumo diciendo que corría el año 1991 y la -legendaria- agrupación "Tres Notas Musicales" se la dedicaba a dos futbolistas del club de la ciudad. El "peludo" no sé quién era. Da igual, porque el que nos ocupa hoy es el "calvo del tó".

Oscar Dertycia tardó poco tiempo en llamar la atención de toda la afición balompédica española, más por su aspecto que por su juego: ni un solo pelo tenía. Y a raíz de esto, pronto empezó el cachondeíto, que iba desde el mismo graderío gaditano ("Mister Proper", le llamaban) hasta aquella aulas de Bachillerato, donde mis amiguetes de la época y yo seguíamos jornada a jornada las evoluciones Dertycia, con una pasión empapadita de guasa.

Pero a Dertycia le daba igual tanto despliegue de chufla. Él se limitaba a pelear y pelear, a correr tras del balón con la cabeza en posición de combate y las manos cerradas en puños coronados por un par de muñequeras. La pura estampa de un guerrero.

Fue esa misma entrega la que le permitió al fin destacar por lo que era: un deportista profesional, la que le permitió marcar goles decisivos y labrarle una carrera en España que le llevó de Cádiz a Tenerife y de Tenerife a Albacete.

Una tarde de junio de 1993, "el Calvo", de certero de cabezado enrabietado, le empezaba a quitar una liga al Real Madrid. Y algunos que nos burlábamos de él aprendimos que no se puede uno fiar de las condenadas apariencias. Y mucho menos, mofarse.

Desde aquel día, recuerdo aquello con la amargura de una liga que se le escapó al Club de mis amores, pero también con el agradable calorcillo que proporciona ser testigo del triunfo de la honradez, el trabajo y la fe en uno mismo.

El Fútbol a veces es así de bonito.

(También era sucio y marrullero para aburrir, las cosas como son).

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