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sábado, 13 de marzo de 2010

Eclipse de Luna de Miel.

-¡Al ladrón, al ladrón!

La recién casada de luna de miel exótica chillaba como una loca, mientras que su flamante maridito jugaba a hacerse el héroe sorteando frenético carros de fruta en persecución del ladronzuelo de bolsos.

El flamante maridito jamás lo habría atrapado, pero la pareja estaba de suerte: el ladronzuelo de bolsos se dio de bruces contra las barrigas de un par de patrulleros.

-Aquí tiene, señora. Lamento el susto, pero acépteme un consejo: manténgase en las zonas turísticas, allí tenemos a toda esta basura a raya.

La recién casada recuperó su bolso con una sonrisa y se puso colorada como aceptación de la amable reprimenda que le acaban de echar. El patrullero del bigote tenía razón, ya le habían advertido en el hotel de la peligrosidad de ciertos barrios de la ciudad.

-En fin, señores. Nos llevamos a éste. Que disfruten del resto de su estancia.

-¿No hace falta que presentemos una denuncia o le firmemos un papel o algo..?

El patrullero del bigote le limitó a esbozar una sonrisa socarrona y dio media vuelta para marcharse.

* * *

-¿Qué le habrán hecho?

El maridito respondió al interrogante de madrugada de su mujer con un gruñido articulado.

-¿A quién?

-Al ladrón de esta mañana...¿Lo habrán llevado a la cárcel? ¿O a un reformatorio? ¡Parecía menor!

-¡Yo qué sé! Si no tenía la edad, le habrán dado una buena bronca en comisaría y lo habrán soltado para que siga robando, como hacen en casa. Anda duérmete.

-¡No le habrán pegado!, ¿verdad?

-No, mujer...No sé...Igual se les habrá escapado una bofetada...Pero vamos, que nadie se muere de un par de tortazos...

-¡Pobrecito!

-¿Cómo "pobrecito"? ¡Te roba y encima le tenemos que tener lástima!

-¡Pobrecito!, ¿qué habrá sido de él?

* * *

Uno, cuando se casa, tiene que estar dispuesto a hacer locuras por amor, máxime cuando apenas se llevan unos días, pero aquello le parecía excesivo. En fin, todo por ella.

-Hola, buenos días. Mire, ayer detuvieron a un ladrón que le robó el bolso a mi esposa a un par de manzanas de aquí y suponemos que lo debieron traer a esta comisaría. Me gustaría saber, si es posible, si sigue encarcelado o fue liberado.

El policía tras la ventanilla dibujo la incredulidad en su cara antes de responder.

-Esa información es absolutamente confidencial, no se le puede facilitar a cualquiera.

¡Cómo había podido ser tan inocente! El maridito se sacó un billete de peso medio de la cartera y lo deslizó por debajo de la ventanilla.

-¿No se puede hacer una excepción?

-Ha visto usted demasiadas películas malas, caballero. Váyase y no me obligue a chafarle las vacaciones.

En billete, por supuesto, no volvió.

* * *

Uno nunca desea tener que pisar el consulado patrio estando de vacaciones, pero la tozudez de la recién casada era capaz de llegar a aquel extremo.

-¿Qué quieren que hagamos? Ustedes están bien, ¿no? Pues esa es nuestra única preocupación.

-¡Pero era sólo un crío!

-Mire, señora, si no quiere ver pobreza y miseria en un país misero y pobre, no abandone la zona turística. Olvídese del tema, vuelva al hotel y siga disfrutando de su luna de miel con un cocktail en la mano. Ahora, si me disculpan, tengo mucho trabajo.

-¡Cómo puede usted ser tan insensible al dolor!

El empleado lanzó la más dura de las miradas a la recién casada, al tiempo que apretó la mandíbula y comenzó a escribir algo en una hoja de papel. Segundos después, se la mostró al matrimonio y, cuando hubo comprobado en sus rostros de pavor que la habían terminado de leer, la retiró y la rompió en pedacitos.

-¡Dios mío, no es posible!

-Sí, sí que lo es, y a diario. Pura rutina. Bienvenida al mundo real, señora. Ya se lo dije, nunca hay que abandonar el País de las Maravillas donde se vive. Lo único que puede pasar es que te enteres del precio tan sucio que hay que pagar para mantenerlo tan limpio e ideal.

-¡Pero esto hay que denunciarlo, es horrible!

-¿Denunciar qué, señora? ¡Aquí no ocurre nada, todo es perfecto! Y ahora, por favor, márchense y sigan siendo felices.

En su silla, el flamante maridito se limitaba a llorar con la cara refugiada en las manos, al tiempo que balbuceaba: "por un puto bolso...ese puto bolso no vale una vida...¡Mierda, mierda, mierda!, ¿por qué salí detrás de él? ¡Si yo hubiera sabido...!

-No te torture, señor. Eso déjeselo a la policía de aquí, que son los profesionales.

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