Empezó como un juego de vampiñatos inexpertos con ganas de experimentar. Los tres más lanzados bajamos al pueblo y le tendimos una emboscada al extremo derecha de la selección nacional de fútbol. Nos lo llevamos a un bosque cercano, donde el resto de la pandilla nos esperaba para chuparle las venas. Nuestro mayores nos habían advertido miles de veces sobre los peligros de la sangre de deportista de élite, decían que no era pura y natural y no contenía más que mierdas. Tumbados en la hierba con un hilillo rojo en la comisura de los labios, riéndonos como gilipollas, nos daba igual todo aquello.
Siguió como una costumbre. Baloncentistas, gimnastas, ciclistas...¡Ah, ciclistas! ¡Esos eran los mejores! Cada vez más y más sangre. Y siempre tan divertido, siempre inolvidable. Sí, era la palabra que tanto nos gustaba utilizar, inolvidable. ¡Tantas noches inolvidables que he olvidado y tantas noches inolvidables que me gustaría olvidar!
Está acabando con nosotros. Algunos están tan enganchados que hasta asaltan de noche las casas donde el primogénico juega al futbito en el equipo del colegio. Es una sangre apenas dopada, pero es mejor que nada. Otros lo están intendo dejar...pero cuesta. Un colega mío fue a unos de esos centros, pero le expulsaron cuando se bebió dos litros de sangre de uno de los psicólogos. ¿A quién se le ocurre decirle a un vampiro dopanómano que se ha corrido la maratón de Londres?
Yo, yo ya no puedo estar peor. Atraco a mano armada laboratorios deportivos y todo eso...A veces creo que sería mejor clavarme una estaca o darme un baño de sol y acabar con este absurdo calvario. Soy un muerto viviente, pero ahora de verdad.
Joven vampiro, di no a la sangre de deportista.
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