Los profes novatos son como potrillos con el entusiasmo sin domar. Los veteranos siempre intentan guiarles por el camino correcto, pero normalmente sólo aprenden cuando la experiencia les clava las espuelas.
Gustavo Nazareita, alias "llamadme Gus", era de esos. A Trestuestes no le cae mal del todo, para ser un novato. Le inspiraba cierta ternura.
Gustavo entró por la puerta de la sala de profesores, recién salido de una visita. Estaba ligeramente sudado, tenía el pelo un poco revuelto y la camisa un pelín salida. Un profesor que se acaba de entrevistar con un padre a menudo es lo más parecido a una bomba de relojería metida en una olla a presión.
-¿Cómo ha ido, "llamadme Gus"?-interrogó Trestuestes.
-¡Ese padre es un impresentable! ¿Para qué tendrán hijos ciertas personas?
-Pues para amargarse la vida gratis, y para que nosotros nos la amarguemos por dinero. ¿Qué te ha dicho?
-¡Pues que él no puede con el niño, que los chavales no vienen con manual de instrucciones y que no sabe qué hacer! ¡Que nosotros somos los profesionales de la educación y que nos busquemos la vida!
-Bueno, tiene razón. Es como si el niño fuera un coche y nosotros los mecánicos. Entendemos mucho de motores, pero no podemos hacer que un Seat 600 se ponga a 120, que en un Mini entre 10 personas o garantizar que un mal motor no se parará en el peor momento, y, recuerda: al que le va a dejar colgado en mitad de la carretera es a él.
"Llamadme Gus" sonrió. Sin duda, el chaval aprende rápido. Ya es un buen profesor, y, con suerte, algún día conseguirá que ni los pequeños con sus grandes tonterías ni los mayores con sus tonterías incluso más grandes le impidan que lo demuestre a diario. ¡Ojalá resista, ojalá no sea otro emergente as de las pizarras que se queda por le camino por no aguantar según qué actos y palabras!
En fin, tiempo al tiempo.
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