Curioso eso de que las barbacoas nos sepan tanto a "americanada", cuando su palabra "barbecue" viene de la nuestra y no, como parecería más previsible, al revés. Parece ser que los conquistadores-invasores patrios copiaron el vocablo del que se usaba en alguna isla caribeña para definir a aquello de cocinar a la leña y al carbón.
Orígenes aparte, gran placer eso de la barbacoa finisemanal. La satisfacción de invitar a familiares y amigos al "chalé", "finca" o "parcela" (esto, a gusto de presumidor); comprar cantidades industriales de carnes varias con el colesterol puro como denominador común; calzarse las chanclas, enfundarse el pantalón corto y el mandil hortera; avivar las brasas con pócimas de gasolinera; encasquetar al prójimo el chorizo semi-carbonizado en su lecho de pan, dando las voces reglamentarias.
Esos ríos de cerveza y grasa corriendo por las gargantas, las venas y las camisetas, esos niños desbocados dando mucho por el túnel de las esencias torcidas, ese perro ladrador poco mordedor y profundamente desquiciado, esas moscas en formación de caza y ataque...
En fin, que muerte a las comidas teledirigidas varias y larga vida a las barbacoas y sus afluentes.
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