La tiza común, en sus sub-especies de blanca cuadrada, blanca redonda (la que no suelta polvo) y de colorines varios, está en vías rápidas de extinción.
Hay que admitir que soportó con admirable valor y gallardía la acometida de las transparencias, pero ahora, que regalan ordenadores portátiles con los yogures y cañones haciéndose un seguro cualquiera, la guerra parece que está irremisiblemente perdida.
Sí, cada vez más banderas se tiñen de tiza para confirmar que otro docente se ha rendido al "telapoderoso" Power Point, con sus muñequitos que hace mil monerías y sus efectos visuales varios. Mas, también, con esa caprichosa tendencia a ponerse incompatible en el peor de los momentos y no funcionar.
Pero yo no, a mí, como decía un ya decrépito Charlton Heston de su fusil, me la tendréis que arrancar de la mano.
(Este es un ramalazo que seguro me durará hasta que el colegió me regale un portátil a mí solo para mi mismo).
El preciado polvo blanco.
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