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martes, 5 de agosto de 2008

DecaMetrón (Línea 9).

Herrera, Oria y Barrio, del Pilar bajo los palos de aquel equipo de campanillas al inédito tercer portero, resultado de una Ventilla de jugadores sin mayores consecuencias mediáticas. En efecto, Barrio había llegado para suplir la Plaza de Castilla, quién, harto de no tener la oportunidad de estrenar los guantes, había emigrado a Japón en busca de minutos en el campo y yenes en la cartera.

Barrio, por contra, estaba contento con aquel empleo tan razonablemente bien pagado y tan cómodo y exento de responsabilidades. El Duque de Pastrana (su localidad natal) se sentía con todos aquellos duros, pese a que su ficha de 14 millones de las eternas pesetas le hacia ser el segundo jugar peor pagado. (El primero era el voluntarioso lateral zurdo canterano Pío, 12 percibía).

"¡Hasta en Colombia nos iría mejor!", le machacaba siempre machacona su esposa Concha, Espina constante clavada en su tranquila existencia. "¡Ay, qué Cruz! ¡Del Rayo podrías ser! Pero, no, el tío bobo tuvo que fichar por un club donde lo le sacan ni en los calentamientos".

A Barrio, todo aquello le resbalaba de pura costumbre. Él no quería ser vitoreado Avenida de América abajo en un autobús descapotable si el precio eran las crueles críticas de Núñez, de Balboa o de cualquier otro periodista deportivo por haberse tragado el tercer gol. Él sólo quería hacer un poco de ejercicio, llevarse la pasta y pasar absoluta y plácidamente desapercibido.

El "Príncipe de Vergara" le llamaba la afición de la Real. Y con razón. Ningún vasco jamás había tocado el balón como Patxi Ibitxa (en realidad, Francisco Ibiza, pero esa es otra historia). Apena tenía barba cuando lo hizo debutar en primera el técnico de turno, un tal Sainz. De Baranda del equipo de lo mayores sin haber terminado la secundaria. Una Estrella nata.

Dos días antes del gran partido, la asociación de Vinateros invitó al felino Herrera a comer. Ser natural de la Rioja tiene estas cosas. Una botella resbaladiza, un camarero torpe y la gravedad siguiendo su curso en toda el pie de Herrera. Nada grave, una semanita de reposo y como nuevo.

El día antes del gran partido, todos los Artilleros del equipo dieron una sesión extra de cañonazos a Oria. Había que prepararle para hacer frente al temible Ibitxa. Oria estuvo soberbio, realizando paradas absolutamente inverosímiles, en especial aquel vuelo con el que consiguió desviar un misil césped-red vía escuadra. Lástima que él aterrizara de boca contra el mismísimo poste. (Esta es la historia de cómo "la Araña" Oria se perdió el gran partido y pasó a ser conocido como "el Mellado" Oria).

"¡Pavones!", fue lo único que le salió decir a Barrio cuando se enteró de que iba a jugar el gran partido. Nunca le gustó decir tacos ni blasfemar. Se pasó la noche previa sin poder dormir, e incluso contempló la posibilidad de darse a la fuga y ocultarse en el chalé de Val de Bernardo, su amigo del alma. Pero al final no tuvo el valor de ser un cobarde.

"¡¡¡Vicalvaro, un poco a la derecha....no, TU derecha, hombre!". Ponía la barrera por poner, que las dos faltas anteriores se las había clavado Ibitxa con impecable facilidad. Barrio sólo esperaba que los doctores de la prensa deportiva las calificaran de "imparables" y él recibiera la absolución de la suprema hinchada. En fin, se encomendó a San Cipriano, protector ante el peligro, y esperó la llegada de la pelota....hoooop...¡Toma paradón! A ver si hablaba al final con los fotógrafos y alguno le había sacado la palomita. La foto enmarcada quedaría genial en el salón. Pero, no se podía distraer, que iban a tirar el corner...y esos aplausos que había oído...¿habrían sido para él?

3-2 fue el resultado final. Ibitxa le metió las dos faltas y Aigoñi un certero cabezazo. Pero preservó su Puerta de Arganda, delantero internacional enrachado, y los medios no fueron muy duros con él. Pero lo mejor de todo es que, con derrota y todo, descubrió que se había divertido. Había recordado lo bien que se lo pasa uso jugando.

Fue su primer y último partido de la temporada. Al terminar, dejó el equipazo y ficho por un modesto segunda. Por esas cosas de las acciones, las empresas y los patrocinios, el equipo se llamó Rivas Urbanizaciones las 3 primeras jornadas, Rivas Futura hasta Semana Santa y terminó la temporada como Rivas Vaciamadrid.

Cobraba la mitad pero jugaba todos los domingos y las apenas 5.000 personas que iban al estadio La Poveda coreaban su nombre y le querían. Nunca había sido tan feliz. Aunque jamás pasaran muchas eliminatorias de la Copa del Rey (pero si levantó tres trofeos Arganda del Rey).

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