Dicen que decía Wallis Simpson (la mujer divorciada por la que Eduardo VIII renunció al trono británico): "Nunca se puede ser demasiado rico o estar demasiado delgado". ¿Existe mejor definición de la sociedad actual y sus miserias?
Paseo por las calles más caras de Madrid y me cruzo con tantas señoras y señoritas, con ropas lujosas cubriendo anatomías propias de un eremita. Ellas lo llaman estar delgadas, pero yo creo que "flaca", puedo que incluso "flacucha", nos da una definición más ajustada a la realidad.
Nadie duda que hay un problema, y gordo (¡Qué irónico!) Pero la única solución que se le da es la habitual ración de hipocresía en cápsulas. Hacemos un par de anuncios y un programita de sensibilización, pero luego seguimos teniendo modelos, actrices y presentadoras que parecen un cruce de la muñeca Barbie con un bicho palo, y cuya belleza, estilo y delgadez nadie parece cansarse de alabar.
Por mi parte, permítanme que haga una sincera reivindicación de las carnes femeninas bien puestas, y que, con ningunos de mis respetos, mande al infierno (que allí seguro que está todo el mundo muy delgadito) a toda esa gentuza que se enriquece arruinando los días de tantas niñas (y niños) y las noches de tantos padres.
Anda, hija. Bájate de la pasarela y vente conmigo, que te voy a comprar un bocata de calamares y una coca-cola.
"Música a cuento de..." ese maldito drama llamado anorexia. El "Adagio para cuerda" de Barber.
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