Nadie va más por la fuerza y engañado a una guerra que un animal, ¿no le parece? No obstante, y dado que eso que llaman lealtad y heroísmo a menudo resultan ser reacciones instintivas, no son raros los casos de animales que se comportan de un modo sobresaliente en el fragor de la batalla. Se antoja, pues, de justicia que también reciban condecoraciones como sus camaradas humanos.
La medalla Dickin es la máxima distinción militar que puede ganar un animal británico por acciones en combate. La creó la benefactora de los animales Marie Dickin en 1943 y, hasta el momento, ha sido otorgada en 62 ocasiones, a palomas mensajeras y perros en la mayoría de los casos, aunque también han sido distinguidos tres caballos y un gato. Algunos receptores representativos son:
La perra Judy, que fue oficialmente registrada como prisionera de guerra cuando su unidad fue capturada por los japoneses. Contribuyó decisivamente a mantener alta la moral de los prisioneros.
La paloma G.I. Joe, que voló 20 millas en 20 minutos para entregar un mensaje que salvó la vida de 100 soldados aliados.
La paloma Princess, que recorrió casi 500 millas sobre el mar para entregar un importante comunicado en su base de Alejandría.
Los perros lazarillo Salty and Roselle, que guiaron a sus amos en su escapatoria de una Torre Gemela tras los ataques del 11 de Septiembre. Para colmo, Salty no estaba atado, pero en vez de salir por patas, fue en busca de su dueño y lo acompañó durante más de una hora de agónica bajada.
Sin olvidarnos del simpático gato Simon, mascota del barco de la Marina Real Amethyst. Pese a resultar herido de consideración, siguió fiel en su puesto y no dejó de cazar ratones.
La paloma G.I.Joe posa con su medalla haciendo gala de un orgullo más propio de un pavo real.
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