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sábado, 11 de mayo de 2019

Acción Ejecutiva (4).

Ella misma había llorado mucho, muchísimo, de esas veces que sientes como si las sienes te fueran a explotar. O eso le parecía, porque sus recuerdos de aquellos fatídicos momentos tenían grandes lagunas. Los médicos le habían dicho que era normal, que aquello tenía un nombre, tan raro que le resultaba imposible del todo recordarlo.

"¡Tiene usted que dar gracias al cielo, con lo que le hizo esa bestia, lo raro es que su hija siga viva!", de esas palabras sí que se acordaba perfectamente, aunque tampoco le podía poner cara al militar que las había pronunciado. Daba igual, lo importante era que recordaba a la perfección qué había respondido ella: "Pero, le castigarán de todos modos. ¿verdad?" "¡Descuide, señora, esa basura negra va a terminar colgando por el cuello! ¡Garantizado!" Sintió alivio, pero también cómo crecían su rabia, y su dolor. "Basura negra", el yankee en persona lo había reconocido: todos los negros eran un maldita basura. Ya le habían dicho los nazis y los yankees habían llegado para confirmalo. ¿Por qué se habían tenido que pelear ambos países si en lo esencial estaban de acuerdo?

Lo importante era que su Gertie estaba bien. Empezó a acariciar los cabellos rubias de su hija como sólo una madre sabe. Ahora dormía tranquila es aquella cama de hospital. El médico le había inyectado algo para que se relajara. El mismo médico que había certificado la salvajada que aquel pedazo de mierda negra la había hecho. ¿Cómo se puede ser tan malnacido? ¿De dónde saca uno la maldad suficiente como para robarle por la fuerza la inocencia a una pobre niña de 12 años? Estaba claro, también era fundamental que su pequeña recibiera la venganza que merecía.

"Seguramente la niña tendrá que testificar en el consejo de guerra", le dijo el militar yankee.

Ella había asentido sin dejar acariciar el pelito rubio de su niña. Lo que hiciera falta para que ese hijo de una perra sureña negra recibiera su merecido.    

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