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domingo, 26 de mayo de 2019

Acción Ejecutiva (5).

Las bofetadas de los adolescentes siempre llegan de improviso y demoledoras.

-Mamá, ¿sufrirá mucho?

La jovencita Gertie lo dijo mientras juguetaba macabramente con un adorno que colgaba del espejo retrovisor del coche. Le daba minúsculos golpecitos, para luego dejarlo que se balanceara hasta casi detenerse.

-¿Sufrir quién?

-Ya sabes...El negro...cuando le cuelguen...

La mamá tragó saliva. Pensaba que el asunto estaba zanjado. ¡Qué ilusa! Se había creído que aquel capítulo se había cerrado con el golpe de martillo que había condenado a aquel tipo a muerte después de que el dedo acusador de su hija lo marcara con toda nitidez. Hacía ya cinco años de aquello. ¡Qué inocente había sido! Ese tipo de cosas nunca mueren, tan sólo se echan siestas más o menos largas. Los traumas son así. Sin duda, la noticia de que la sentencia por fin se iba a cumplir había resucitado los fantamas de la niña en la mente de aquella jovencita de casi 18 años ya.

-No sé, hija. Supongo que esa gente sabrá lo que se hace. Los primeros que quieren que se muera rápido son ellos. Aunque..., que te cuelguen del cuelo...¡No sé, hija, no sé!

Gertie no contestó. Volvió a golpear al dichoso adorno.

-¡Deja eso, hija, por favor!

-Perdón -dijo la muchacha mientras detenía el movimiento con su mano.

Fue inútil. La madre no podía quitar los ojos del maldito adornito. El traqueteo del movimiento del coche por la carretera hacía imposible que se detuviera del todo. Aquello se había vuelto absolutamente insufrible.

-¡Anda, guarda esto! -dijo la madre a su hija tras arrancar de un tirón el adorno.

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