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viernes, 6 de julio de 2018

El Archivo (3)

Ciertas entrevistas no se pueden delegar.

Néstor tocó la puerta de la nave correcta. Nadie abría pero Néstor sabía perfecmente que no era preciso volver a llamar. Era un juego de nervios demasiado básico como para derrotarle.

Por fin, la puerta metálica se abrió.

-¿Qué quieres, gilipollas?

-Hablar con tu jefe, gilipollas.

-¿Y quién eres tú, gilipollas?

-Lo sabes de sobra, como también sabes de sobra que me está esperando.

Prueba superada.

El matón le hizo un gesto con la cabeza y Néstor se internó tras de él en aquel laberinto de incertidumbre. Había muchos rostros por el camino, pero de esos que miran pero no ven.

-¡Sabes, gilipollas, a lo mejor me toca matarte dentro de un rato!

-El placer es mutuo.

El gorila se detuvo delante de la puerta de un despacho y llamó un par de veces con los nudillos. "¡Dile que pase!", chilló una voz ronca desde dentro.

-Adelante, gilipollas.

-Recuerdos a tu mamá.

La puerta se cerró tras de Néstor. La habitación era más pequeña de lo previsible. Al fondo, un tipo gordo y sudoroso observaba a Néstor al tiempo que se hurgaba la nariz.

-Así que tú eres el listillo del barrio.

-Más o menos.

-¿Y para qué vienes a molestarme?

-Te puedo facilitar la vida.

-No me haces falta. Nadie se atreve a complicármela.

-Te puedo facilitar la vida gratis.

-¿Y eso?

-Me has caído simpático.

-Te escucho.

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